lunes, 11 de octubre de 2010

Mi historia personal

Cuando era una niñita solía levantarme en medio de la noche con un temor en mi corazón: el temor a la muerte. Estaba desesperada porque no sabía qué me pasaría después de la muerte. Pensaba que no habría nada y que eso sería el final. De niña corría al cuarto de mis padres con lágrimas, y les preguntaba, “Mamá, ¿voy a morir?” Durante me niñez feliz, esta pesadilla seguía persiguiendo mi corazón. Durante mi crecimiento aprendí a echar este temor dentro de mi. Sin embargo me preguntaba qué me pasaría después de la muerte. La muerte me aterrorizaba, pero la vida continuaba. Los deportes y el dinero se convirtieron en las cosas más importantes para mí, porque éstos me otorgaban confianza en mí misma, independencia y orgullo en mi misma. Sola decidí lo que era bueno y lo que era malo. Todo lo que mis padres me habían enseñado se convirtieron en cosas de menor importancia. No me interesaban las vidas de aquellos alrededor de mí. Pero a pesar de la importancia y el éxito que había alcanzado, seguía sin ninguna respuesta a la pregunta acerca de lo que sucede después de la muerte. Tenía fuerza y belleza por fuera, pero por dentro, el temor tenía la victoria. Pensé, “¿Por qué vivir si tengo que morir de todas formas?” Pero sólo el Dios que me había creado podía contestar esta pregunta.

Había escuchado de Dios por primera vez por medio de mi mejor amiga. Al principio todo parecía ser un cuento de hadas. Pero había escuchado que la gente podía recibir la vida eterna con simplemente creer en Jesucristo. Sabía que estaba más y más cerca de la respuesta a la pregunta que me había atormentado toda mi vida. Descubrí que Dios ofrecía la vida eterna. Y a la edad de 18 años, regresé a los brazos de mi madre llorando, tal como lo hice durante mi niñez, sólo que esta vez las palabras eran diferentes, “Mamá, ya no le tengo miedo a la muerte. Cristo me ha dado la vida eterna.”

Ya han pasado cuatro años desde ese entonces. El gozo más grande que tengo es que toda mi familia, mis padres y hermanas, ahora creen en Cristo. Dios me ha mostrado un camino maravilloso y lo tomé. Este año me gradué de un Instituto Bíblico en Moscú. Deseo decirle a la gente de mi país acerca de nuestro gran Dios, que es amoroso, y que nos da amor, gozo, alegría, y sobre todo, significado en la vida.

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