lunes, 11 de octubre de 2010

El orgullo y gozo de papá y mamá...

La abuela de mi mejor amiga siempre me llamaba “esa buena y pequeña cristianita” cuando estaba en el tercer grado. Yo me orgullecía con ese comentario. Yo vivía para que mis padres estuviesen orgullosos de mí, y la obediencia hacia ellos era algo indiscutible. Supongo también que estaba orgullosa de ello, a pesar de que muchas veces sentía como si pertenecía a una pequeña minoría. Además, mi educación en la fe cristiana me ponía en una minoría aún más pequeña. El nombre de Jesús significaba algo completamente diferente para mí que para mis amigos. Ellos oían este nombre solamente cuando los adultos lo usaban para expresar sus frustraciones o disgustos. Para mí, este nombre era la razón de mi vida celestial en el futuro.

La rebeldía sin causa alguna...
Cuando era joven empecé a tener envidia de las libertades que tenían mis amigas. Y, en un intento para ser más independiente, me permití ser influenciada de diferentes modos. Me rebelé por medio de la forma de vestirme y de mi forma de hablar, y veía programas y escuchaba música que representaban ideas que tenían contrastes marcados con los morales que había aprendido. Por una u otra razón “esa pequeña y buena cristiana” había desaparecido. En retrospectiva, puedo ver que lo que realmente deseaba era la liberación de mi conciencia, y no la independencia y separación de mis padres. A pesar de todo esto, aún me preocupaba de no decepcionar a mis padres, ya que sabía que ellos confiaban en mí. Empecé a pensar en la clase de persona que quería ser. La “norma de seguir con la mancha” era más popular, pero extrañaba el calor que una vez sentí en mi vida.

El orgullo y el gozo del Padre...
Afortunadamente, tenía también algunos amigos cristianos. El 15 de mayo de 1989 mi primo me llevó a un concierto cristiano. Cuando se dio la invitación a dedicar nuestras vidas a Dios, era claro que el Señor me estaba pidiendo personalmente que decidiera lo que iba a hacer. Podía continuar haciendo las cosas a mi manera, o podía probar Su manera. Pensé profundamente acerca de esto lo más rápido posible ya que tenía sólo más o menos 60 segundos. Entonces respiré profundo y le dije a Dios, “Bueno, Señor, te escojo a ti. Toma control de mi vida, y todas mis malas costumbres”. En ese momento cambié. Es difícil explicarlo, pero nunca en mi vida había estado más feliz. Me auto-discipliné nuevamente, y de repente deseaba orar y leer la Biblia todos los días. Se siente tan bien vivir una vida agradable a Dios.

Su fidelidad dura para siempre...En los últimos 10 años he tenido muchas experiencias en mi vida. He perdido a personas queridas, he pasado por momentos con preguntas espirituales y he tenido conflictos personales. Por el otro lado, me casé con un hombre increíble, tengo la mejor familia y los mejores amigos del mundo, y tengo una maravillosa familia en mi iglesia. Dios me ha dado oportunidades para compartir mi fe con la gente alrededor del mundo, y nunca ha cesado de cumplir con las promesas que me ha ofrecido por medio de Su Palabra durante todo este tiempo. Ahora pienso que el mejor complemento que puedo recibir de alguien es de ser llamada “esa buena mujer cristiana.”

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